Era de patas peladas y mentes despiertas.La cabeza,si se le podía llamar cabeza, presentaba irregularidades en su contorno, y una mirada de inteligencia y frenesí brillaba por encima del resto de facciones del rostro cuando le conocí. Las extremidades terminadas en manos de gestos angulosos, hechos a la máquina de escribir último modelo, surgían de ocho puertos USB,siempre maquinando y que parecían tener vida propia. Las gafas oscuras, sujetas con una cómoda cuerda semielástica, colgaban de un dejallaves en la salita de estar. Le pregunté como conseguía coordinar sus diez mentes
- Susan, todo es lógico o no, lógicamente. La idea es simple si te haces a la idea o complicada si se te escapa. Cada una tiene una función, como las distintas partes de un robot. Las ocho más simples, a las que llamo pensantes se encargan de transmitir la información a sus correspondientes brazos y manos para que escriban. La novena, la llamo centralista, coordina a las otras ocho para que no escriban lo mismo e intercambien ideas e información cuando estas las solicitan al verse faltas de recursos. La décima, vestigial, coordina al resto de mi cuerpo y avisa y prepara al cuerpo para cubrir las necesidades biológicas y energéticas de mi pseudo-organismo. Cada vez pienso que me hace menos falta pero también le aporta a las otras nueve sentido común y les permite bajar de la nube.
- Entiendo.
Así lo conocí, conciso, técnico de la palabra y prolífico.
Desde ese día Isaac Asimov merece todo mi respeto.
