Mujer. La historia que hoy escribo tiene nombre propio, porque no hay mejor comienzo posible.
Mujer, por el carisma que busca y que encuentra entre marañas y líos de cables de objetos inalámbricos, lo encuentras donde no lo hay, y donde hay ahí no buscas por miedo a enamorarte e incluso vértigo y pánico a no manejar una situación a priori descontrolada, ya sea por la excentricidad o por el deseo, la inexactitud de un futuro junto a él, por creer cincelar el aire cuando se puede hacer poesía en la escultura, miedo a perder.
Mujer, por la indiferencia e interés hacia él dependiendo de la ocasión, gata del pescadero, que come, no deja comer aunque a veces parezca invitar, y araña el tiempo y las ganas del gato que la pretende.
Mujer, que sin saber de la existencia, habida y menos todavía, por haber, te mueves autómata en el ruido mundano, imágenes sin guiño a nada ni a nadie y menos a mí, guiño mío a la rutina.
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