La tierra que quema la memoria, aquella tierra que pisamos y dejamos atrás, el tiempo, enemigo acérrimo del momento, de la tensión y pulso que reverbera en el oído y transciende a lo interno, no se comprende en lo externo, transciende a la persona, no lo comprende el pensamiento, enemigo del sentimiento, el tiempo que es olvido, el olvido del momento vivido, olvido del sentimiento.
Pisadas de grandes zapatos y migas de pan me traen ese sonido, pulso que reverbera en mi cabeza y mueve recuerdos a mis ojos, a mi piel, a mi olfato, perfume exiguo de mentira y concreción, azicate superfluo de la leva, resorte alzado por magia antigua, músculos ardientes, sudor, rubor en las mejillas, reencuentros varios de vida, de vidas, remolino de confusión y nervios lanzado al pozo del profundo. Melancolía de uno sólo.
Fdo. Un Tal Dobo Canega
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