Los trotamúsicos, dibujos de mi infancia.
Todo el mundo no paraba de moverse con frenesí, empujándose unos a otros presa de un ritmo rompecuellos, sonrisas, porros, alcohol y gente capaz de todo, como organizar una cosa así. Los ideales presentes en la letra de la música y en la letra de las paredes y en no pagar letras para hacerse con el local. A punto de pisar a uno, que me avisa que aún a pesar del ambiente progre sus zapatos costaban cien pavos, señalándose los zapatos y diciendo que no con la cabeza mientras me miraba a los ojos. He de reconocer que me sentía nervioso a ratos, pero cuando me cruzé con una perraca de pelo platino de polvo bien merecido mis nervios pasaron a ser de otro tipo. Cuando el primer grupo de la noche, todo mujeres, llegaba al cúlmen de su actuación, al final, la batería arrojó los palos al público. Momento clave. Ya había movido la cola toda la noche de aquí para allá, pero que uno de los palos de la batería fuese para mí hizo que, como si estuviese esrito, abriera la boca y lo cazara al vuelo...
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