Sientate a mirarla aunque tengas otras cosas que hacer, no hay aunques que valgan. Relajate en la contemplación, no hace falta el esfuerzo para buscar nada en su semblante que brille con certificado de autenticidad.
Discurre por entre sus ojos para bajar la mirada si ella te mira, pero desvíate cuando no mire a contemplar sus ojos de nuevo, mirada furtiva y placentera de respeto y admiración a su mirada.
La conversación más amena y simplona cobra importancia, y decir hasta pronto en vez de adios es casi obligado para ese bribón encarcelado entre costillas y esternón.
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