Ella llama, incansable y no ceja en empeño de parturienta que ve el final del parto, aporrea hasta sangrar manos y uñas de arañar,desprendidas yacen en el suelo testigo de la sanguinolenta llamada, sangrienta y lenta, sanguinolenta, muda la piel y encanece entre los charcos cuando se reduce con el tiempo el frenesí.
Los ojos en stand-by, rojitos y esperando al mínimo moviento del picaporte.
Cuando la necesidad ya ha perdido la esperanza es cuando la puerta ha de abrirse...
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