Doce de ellas sabían el por qué del asunto, no había que ser muy perspicaz para darse cuenta de ello.
Pero la perdida no encontraba nada esclarecedor, algo le olía a ese tufillo de sospechas infundadas.
No era ni detective ni pretendía serlo, pero suponiendo que había algo que le atañía a ella directamente, se decidió a tomar ases en el asunto, contactos, fotos y útiles de guerra tan variopintos como su primer diente, amuleto de la suerte, y la humildad de la que sospecha del viento en contra.
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