Esos ojos que prenden locura y te dejan sin aliento en un suspiro. Esa mirada que amarra los impulsos como cantos de sirena y te vuelve animal y te amansa la fiera. Ese lugar sin tiempo que se encuentra en tus pozos sin fondo, en esos ojos donde cualquiera puede caer y no salir nunca.
Esos ojos por los que se ayuna para poder seguir pensando en ellos ininterrumpidamente.
Ese toque de pimienta en la mirada que no te hace estornudar, que te pica, que te hace pensar que se esconde tras esos topacios que brillan en la noche, que brillan por el día, que hace que mis ojos también brillen por la noche, y por el día, y a todas horas.
Ese color y tono tan singular, que los hace iguales a tantos otros ojos pero tan diferente, tan distintivo, que son dos y son todos, que son todos pero son los tuyos.
Esa mirada que hace precisar de un callejero mapamundi porque te pierde con solo un guiño, que solo te encuentras si buscas en sus pestañas, esas pestañas que atrapan en su subir y bajar coqueto o cotidiano.
Ay que ojos! Ay que mirada!, aunque fuese solo ojos, Ay que ojos!
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