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martes, 1 de septiembre de 2009

Novela.Capítulo 1 El caminante errante

Lunes por la mañana, despierto, me pongo de pie. Las fosas nasales comienzan a abrirse y dejan entrar un hedor superfluo que hacía fácil descubrir su origen,una tubería partida que sobresalía del suelo, donde anteriormente se había situado un lavabo. Mi mente comienza a maquinar una serie de incoherencias.

¿Cómo puede oler tan mal? Con lo a gusto que estaba yo con mi chalé de mi sueño.
Me ducho, no hay agua caliente, mejor, así me espabilo. Me visto, cojo el móvil, lo enciendo...se apaga, sin batería.

Bajo las escaleras y salgo a la calle analizando los primeros veinte minutos de mi mañana.
Hace frío, tanto que mi aliento se hace agua en el viento y pasa a ser hielo en el momento que roza el suelo. Piso mi aliento y resbalo.

Me levanto, dolorido, miro la hora, voy sobrado. Me tomo un café en el cuchitril de la esquina mientras leo el periódico gratuito. Leo una página y lo dejo a un lado. Voy a darle un sorbo cuando una mosca de vuelo errante aparentemente abducida por el intenso olor a café tempranero decide bañarse en este.

Al meditar sobre quién ha pagado el café la cojo suavemente y la arrojo hacia atrás en un acto de repugna. Llamo al camarero y le explico la situación y el tío va y me suelta que si quiero un café gratis me tengo que ir a otra parte.

Bien, me dije, no creo que un antro como este se pueda permitir el lujo de perder clientela, así que dejaría de frecuentarlo. Pago, cojo mi periódico y doy dos pasos cuando un muro enorme llamado David me coje del brazo y me dice:

-Según lo que os he oído al camarero y a ti creo que esto es tuyo.- dijo tendiéndome la mosca,que paró de revolotear al verme y juraría que empezó a mirarme con cierta petulancia.
-Eh, no.- yo soy el tipo de persona que piensa que cualquier ser vivo no puede ser propiedad de otro.
-Te he visto tirarla y ver como manchaba la blusa de mi novia.- dijo en un gesto atípico como encabronado pero sin demostrarlo.
- Ya, pero la mosca no es mía- le solté. Os prometo que no quise decir eso. Iba a disculparme cuando un puñetazo distorsionado aterrizó en mi mejilla.
Me recordó a la historia de David y Goliat,solo que David era mucho más grande que Goliat y yo no tenía ni piedra ni honda, sino una servilleta de papel. Me hubiera gustado ver a ese David en semejante situación.

....continuará

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