Tarde de atardecer bonito, el color de la transparente y cálida luz que bañaba el agua adornó las formas y siluetas que esta se daba en el aire, ahora planeando, ahora aleteando, hechizada en el aire, inmóvil, como si las leyes que rigen nuestro mundo no la afectasen, invitaba a los que tienen los ojos a mirarla y descifrar en ella las historias del pasado, las historias de la mar que viene y va, las historias que vieron sus ojos y entendió su corazón.
El paisaje cambiaba siempre de escena, la luz que la recorría de ala a ala era distinta y su grácil vuelo quebraba según el momento que quería narrarme.
Desde que la conocí vuelo con ella cuando la veo, aunque siempre quedo en tierra hasta su vuelta y cuando más añoro su vuelo y sus historias, más deseo ser sus ojos y ver donde toca el cielo con la tierra...
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